El ejercicio de la abogacía es campo propicio para la ansiedad

 

Por Santiago Mario Sinopoli.  Abogado, Doctor en Ciencias Jurídicas y Consultor Psicológico

 

La etimología de la palabra “abogado” o “abogada”, nos dice que la expresión viene del latín “advocatus” que a su vez deriva de “ad auxilium vocatus” que significa: “el llamado para auxiliar “. Tal como hoy  ejercemos ésta actividad especializada, ya encontraba  un interesante desarrollo en el derecho romano, cuando ante la necesidad, un acusado  podía a un experto en  materia jurídica para que lo ayudara a defender su causa.

De esta manera, el ejercicio de la abogacía encuentra su territorio – que como se verá, comprende varios campos de acción – de despliegue en el conflicto humano, ya que el litigio, trascendiendo la superficie jurídica con que se nos presenta, es una puja de deseos humanos que buscan según el parecer de cada subjetividad, lo justo, lo que le corresponde a cada uno, según las normas jurídicas que regulan la convivencia.

Los abogados seriamos los expertos en atender una faz de la “fricción humana”, la regulada por el derecho, otras aristas podrían llegar a manos del psicólogo ya que es evidente que en el enfrentamiento entre personas, donde surge la dificultad de adaptación para vivir con el Otro, se altera la  convivencia en sociedad, también podría estarse  frente a un caso “neurosis”.

Ahora bien, lo dicho no es un tema menor o anecdótico, sino que implica  una profesión, la abogacía, que es ciencia humana, y que por lo tanto tendrá como centro de atención a las personalidades que se ponen en juego en el conflicto jurídico – partes contendientes, funcionarios de la justicia,  los abogados que participan, etc.

Esto significa que en un nivel del litigio circulan las normas jurídicas y en otro segmento, se ponen en acción simultáneamente  psicodinamismos – son procesos específicos por medio de los cuales inconscientemente nos defendemos contra ciertas tendencias y deseos que nos resultan desagradables -,  resultantes de las subjetividades que participan del caso, que de entendérselos podrían explicar y ayudar a solucionar más en la resolución del entuerto humano, que con  la aplicación del derecho al caso concreto. Además pueden ser beneficiosos a la hora de cuidar nuestra salud mental, ya que aunque no se crea, la lucha por la justicia, es una batalla que puede dejar y dejarnos “heridos” psíquicamente y físicamente  como cualquier guerra o situación catastrófica. El trastorno de estrés postraumático no es patología exclusiva de los veteranos de guerra.

Esto hace de la profesión de abogado, en su desenvolvimiento y en su preparación, algo transversal o como diría Deleuze, “rizomatico”. La ciencia jurídica, si bien por razones de especificidad tiene la  autonomía de principios   que hacen a una disciplina, no es factible estudiársela y practicársela sin la relación con las otras ciencias que también explican lo humano -Ejemplo: psicología, medicina, sociología -. Si uno se priva de estas ciencias hermanas en el ejercicio profesional, le estaría quitando “posibilidades” a la solución del caso y el cuidado del bienestar del asistido y de los abogados mismos.

Creemos que la abogacía tiene una territorialidad definida, pero esto  lo es en abstracto. Al atender un litigio jurídico, pasamos, sin que a veces nos demos cuenta, de un territorio científico a  otro. La realidad rompe con la unidad profesional que se intenta aplicar y si trato de asirme a esta pretensión de “autosuficiencia” científica, puedo perder mi intensidad    como persona-abogado/a.

Dijo Pierre Marie Quitard que para ir a un litigio hacen falta llevar tres sacos: “un saco de papeles, un saco de dinero y un saco de paciencia”. Esto vale para el asistido o cliente, pero también es encuadrable para el abogado, ya que uno como profesional del derecho, va a “transitar” por esos tres territorios que nos marca el escritor francés, sobre todo, cuando se somete en cada “caso” a un proceso judicial

El “saco de papeles”, representaría el expediente judicial y todo lo que hace de sostén científico – hoy guardado en el mundo digital -. Este contenido del mundo jurídico es el que nos hace sujeto de la abogacía, es el arte que manejamos por nuestra especialización, sería nuestro “territorio”, el espacio que supuestamente dominamos y que como decía Couture en sus mandamientos para el abogado: Estudia, el derecho cambia permanentemente y si no lo sigues cada día serás menos abogado. O sea, es un campo que debemos mantener en pie y revalidar constantemente si queremos ser realmente profesionales de lo jurídico.

El “saco de dinero” para los abogados, más allá de los gastos que se tienen para llevar un caso, significan la paga del cliente por el servicio profesional prestado. Aquí la abogacía deja de parecerse a algo autosuficiente – Deleuze para ejemplificar este estadio, habla de la “planta tallo” es decir aquella que nace de una raíz unificada – y pasa a ser algo que deja el territorio de lo jurídico y camina por el campo de la economía y de la satisfacción de los deseos – El pensamiento “deleuziano”, para explicar este cambio de territorios, habla de “raíz fasciculada”,  o “rizoma”, que se caracteriza porque subterráneamente se desliza y va haciendo apariciones o brotes en distintos lugares- . Esto hace de la  abogacía una actividad que se “desterritorializa”   y se vuelve a “territorializar”, es un ejercicio transversal.

El tema honorarios es ante todo un aspecto que hace a la psicología del abogado y del cliente. Freud decía que de “dinero y sexo” nadie habla. Es así, y es tan íntima la postura de cualquier persona ante el dinero, que el cobrar honorarios,  suele ser algo tan angustiante y a veces totalmente desprejuiciado, sin importar a veces si es justo lo que uno como abogado hace.  Pensemos que en la Universidad no forma parte de asignatura alguna,

Y finalmente habla Pierre Marie Quitard del “saco de paciencia”. Esto implica otro territorio que la abogacía transita  en el ·ejercicio transversal –rizomatico – profesional”.

Fíjese lector que paciencia viene de padecer soportar, sufrir. Es “padeciente” el enfermo y padece el que tiene un deseo de justicia, o quien asiste técnicamente para ello ya que su deseo no es de satisfacción inmediata –como lo requiere todo deseo humano-, sino  que  verán  satisfecha su pretensión o no, luego de un derrotero judicial llamado proceso, en el que se debatirán las razones de una y otra parte, y llegado el momento, un sujeto llamado Juez – presunto tercero imparcial –dirá que es lo justo objetivo – ¿o subjetivo? -, o sea quien tiene razón según su parecer científico.

La paciencia, que dicen que todo lo alcanza, es mirar hacia el futuro, y es aquí, en este territorio no estudiado en las Universidades, en el que se desatan aspectos psicológicos tanto del cliente como del abogado, que muchas veces uno no sabe que significan y no se  cuenta con  el entrenamiento o el apoyo para superarlos. Uno de ellos es la “ansiedad”, emoción,  que se hermana con la “angustia”

Ansiedad tiene su origen en el término latino “anxietas” que significa una condición de la persona que experimenta intranquilidad, conmoción, nerviosismo, preocupación. Es algo normal y no necesariamente va atado a algo negativo de la vida. Puede causarme ansiedad la espera para ir a ver un espectáculo, como el estar sin saber si el juez va a fallar a favor de mi cliente o no. La ansiedad es un estado psíquico “displacentero” causada comúnmente  por factores externos  – aunque también puede ser producida por alguna patología -, cuyo síntoma es la angustia – significa estrecho, angosto, donde uno se ve presionado -.

Así las cosas, para el abogado tomar un caso y esperar los resultados de un juicio –también lo es para el cliente- requiere de la paciencia, porque es una apuesta al futuro y esto producirá ansiedad, en menor o mayor medida. Casi diría que es inevitable que uno caiga en estado de ansiedad. El tema es el manejo que uno haga de esta emoción evitando el desborde de la personalidad. De lo contrario, esta situación existencial se puede hacer crónica y la  ansiedad pasa a ser una patología que afectará la salud del profesional. Silenciosamente el “estrés” ira “carcomiendo” la psiquis y el físico  de la mujer u hombre abogado. La ansiedad es exceso de futuro y si bien yo abogado estoy ligado a ese resultado del proceso, como dice Quitar debo ser paciente, pero para ello hay que transcender el derecho y nutrirse de ciencias hermanas como por ejemplo la psicología. Debemos dotarnos de elementos para controlar la ansiedad.

Como queda expuesto, la abogacía no solo “combate” en un territorio jurídico, lo hace siempre en varios campos de acción como psicológico, sociológico, económico etc. La abogacía no es vertical – raíz planta – es transversal – raicilla, rizoma -, y hay que capacitarse para enfrentar las adversidades profesionales que se nos presentan en los distintos campos de batalla.

No digo que el abogado debe ser también psicólogo, quiero decir que hay que saber manejar herramientas básicas de la psicología para armarse uno en defensa de su personalidad y también de la de su cliente. Recuerde que aunque uno no sea consciente, los abogados cumplimos una “subfunción” terapéutica. Somos ayuda no solo en decir el derecho, sino que también para el cliente  con nuestra palabra y acción profesional, en forma permanente apuntalamos su existencia.

Para concluir podríamos decir que el ser abogado es ante todo el despliegue de una personalidad, de un Yo, que desde la temprana edad ya queda teñido con una manera de ser que siempre se va a reiterar en conductas análogas.

La ciencia jurídica que adquiero no va a revertir, mis estados de ansiedad, existenciales, quizá reforzados por algún componente genético, la angustia de la espera del fallo judicial siempre va a existir, y para colmo la vida profesional se caracteriza por verse envuelta en tantas sentencias de jueces como casos y clientes tenga.

El primer “phármakon” – medicamento para los griegos -, para salir airoso de la “ansiedad profesional”, es saber algo más,  de los distintos territorios que la “rizomatica” profesión nos exige caminar, para saber qué camino tomar en la lucha por el derecho, sin dejar nuestra salud y la del asistido.

 

Conclusiones

Conózcase usted en su tipo de personalidad, busque ayuda para ello. Que su accionar profesional si es factible, responda a sus caracteres. No todos somos aptos para enfrentar audiencias ante un juez, atender al cliente, hacer estudios profundizados del derecho, por ello, lo ideal es el trabajo en equipo y siempre pensando que llegado el momento si es necesario, deberemos  hacer la consulta con el profesional de las ciencias que ya mencionamos como auxiliares de la abogacía.

La vida es conflicto y triunfa el que sabe manejarlos. La profesión de abogados además, está dedicada a dar solución a los conflictos jurídicos. Nuestra tarea como hombres y mujeres del derecho depende de una formación holística. Esto, aunque no se crea, me hará mejor abogado/a, sin dudarlo, seré un profesional más fortalecido  Contar sólo con conocimientos jurídicos en el ejercicio de la profesión no basta.

 

(Fuente: Economist&Jurist) 

 

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