Por Macarena Gálvez Herrer. Psicóloga del Proyecto Humanizando los Cuidados Intensivos (HUCI)
Elegir ser abogado implica optar por una carrera de servicio. Independientemente de la profesión jurídica elegida y del área del Derecho en la que se desarrolle, se persigue el trabajo por un bien común, el equilibrio entre un daño y una restitución, el acercamiento al reparto equitativo de la justicia, y el mantenimiento del bienestar de las personas, organizaciones y sociedad en general, a través del Derecho.
La búsqueda de tales objetivos puede proporcionar una gran satisfacción al profesional en el ejercicio de su profesión, pero ciertamente se realiza en un contexto adverso. El marco que rodea las actuaciones profesionales en la abogacía son la injusticia y el conflicto jurídico, y detrás de ambas siempre hay personas. A las exigencias relativas a los conocimientos de las normas, leyes, procedimientos y aspectos técnicos requeridos para afrontar la tarea, se suma la necesidad de interaccionar con el dolor humano, el daño, la desigualdad, la cara más vulnerable del individuo y la más nociva hacia el prójimo. A estas demandas emocionales del trabajo se unen a otras de carácter organizacional y del contexto judicial, como son las trabas burocráticas, la lentitud en los procesos administrativos, la dependencia de terceras personas e instituciones para el desarrollo y agilización del trabajo propio, el desempeño en instituciones con infraestructuras físicas en muchas ocasiones obsoletas, y la frecuente sobrecarga de trabajo.
«El marco que rodea las actuaciones profesionales en la abogacía son la injusticia y el conflicto jurídico, y detrás de ambas siempre hay personas»
El estrés en la abogacía está unido tanto a factores organizacionales y laborales como a factores de las relaciones interpersonales que el trabajo implica. Cuando este estrés se cronifica en el tiempo y se une a una pérdida motivacional importante, a la pérdida de expectativas y deterioro de la vocación, cuando la toga no supone la imagen de una profesión sino el peso de la misma, el riesgo de desgaste profesional o burnout se hace presente.
El anglicismo burnout se traduce literalmente por apagarse, fundirse o agotarse y se utiliza como metáfora (incluso coloquialmente: “estar quemado”) para describir una situación de agotamiento tras un periodo de esfuerzo y dedicación con altas demandas emocionales. Hace referencia a una respuesta al estrés laboral crónico que supone para el trabajador un agotamiento físico, emocional y cognitivo; pero, a diferencia del estrés laboral, el desgaste profesional no se repone con el descanso. Hablamos de un daño más “profundo”, que afecta a la identidad profesional, a la salud física y emocional de la persona y, en consecuencia, a la calidad del servicio prestado.
Desde el ámbito académico, el estudio del desgaste profesional se ha centrado en profesiones de personas que trabajan por y para personas: personal sanitario, profesorado, policía, bomberos… Profesiones de servicio y altamente vocacionales, porque es ahí donde este síndrome se desarrolla de forma prioritaria. En este sentido, llama la atención la escasa investigación sobre el mismo en el contexto de la abogacía. Sin embargo, los escasos estudios que hay (a pesar de las grandes diferencias del ejercicio de la abogacía en uno u otro país) muestran la existencia de un problema a nivel internacional.
«Los escasos estudios que hay sobre burnout en la abogacía muestran la existencia de un problema a nivel internacional»
En España necesitamos comenzar por medir la dimensión del problema, ya que no podemos intervenir sobre aquello que no conocemos. El Proyecto Humanizando la Justicia se ha propuesto esta tarea como un primer paso para cuidar de la salud ocupacional de sus profesionales, y próximamente realizará un estudio de desgaste profesional en abogados.
Recientemente pregunté a una profesional ¿qué es lo mejor de ser abogada?, me contestó: “saber que con mi trabajo colaboro en que entre el derecho y la justicia prevalezca la justicia, y poder dar voz a los -sin voz-“. Como sociedad, no podemos permitirnos que las togas ardan en el agotamiento, la pérdida de la ilusión y la desesperanza. El cuidado de los profesionales que las llevan sobre sus hombros, será por tanto una de las primeras tareas clave para una Humanización de la Justicia.
¿Quieres participar en el primer estudio a nivel nacional sobre el nivel de desgaste profesional?
Accede aquí a la encuesta sobre burnout en la abogacía y participa